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Eucalipto, ¿el árbol que amenaza a los bosques?

Hace 40 años empezó la expansión del cultivo del eucalipto por toda la Península Ibérica.  Se vendió como la panacea rentable, una especie forestal de rápido crecimiento productora de abundante pasta de papel frente a la lentitud maderable de robledales y encinares. Actualmente hay más de 760.000 hectáreas de este árbol australiano plantadas en España y 646.000 en Portugal. Lejos de ser bosques, en realidad son enemigos del bosque dado su altísimo impacto ambiental y paisajístico.

Y es que la extensión masiva de este árbol ha provocado una seria pérdida de  biodiversidad, terribles aterrazamientos del terreno, degradando el suelo y reduciendo la disponibilidad de agua. Sólo en Galicia esta primavera se plantarán 30 millones de eucaliptos y apenas unos pocos miles de robles.

Es necesario mejorar la gestión de estas plantaciones y, poco a poco, empezando por los espacios protegidos, ir eliminándolos de nuestros paisajes más singulares y frágiles. No se trata de acabar con los eucaliptos, pero sí de fijar fronteras a su creciente e imparable expansión. Porque por mucho que se empeñen las compañías madereras, un montón de árboles plantados en fila no hacen bosque. En realidad lo deshacen.

Realmente, no considero que haya que dar ninguna alternativa al cultivo del eucalipto, más allá de la cárcel para quien lo desempeña por delito ecológico. Pero en un alarde de bondad y altruismo impropios de este sitio, vamos a procurar ofrecer una alternativa más ventajosa.

En economía es muy popular el concepto de “coste de oportunidad”. Aplicado al caso del cultivo del eucalipto, supone que aunque esta actividad económica pueda generar riqueza, su ocupación del territorio impide que se puedan desarrollar otros usos del suelo, acaso más rentables, como el turismo o la agricultura. Sin duda más rentables, y vamos a desarrollar este punto.

Vamos a calcular el rendimiento de una unidad de superficie destinada al cultivo del eucalipto. Sobre una tierra especialmente fértil, en la cual se puede prever una velocidad de crecimiento alto, podemos estimar éste en unos 24 m³/ha al año para el Eucaliptus globulus (el demandado por la industria de la celulosa).

A un precio de venta en torno a los 25€/m³, que seguramente seguirá bajando según llegue el turno de cortar las decenas de miles de nuevas hectáreas que se han plantado en el Noroeste peninsular, es fácil llegar a una cifra base de los ingresos esperables de una finca con eucaliptos: 600€ por hectárea y año.

Y esto es lo que mucha gente ignora: que realmente el eucalipto no deja apenas dinero (al productor) a no ser que se se planten extensiones inmensas (una hectárea, lo apunto para quien no esté muy ducho en unidades agronómicas, son 10.000m²). Es decir, ocupando todo el monte y no sólo las tierras más productivas, pero en este caso su tasa de crecimiento baja, y los ingresos son mucho menores.

La clave de su cultivo es que estos ingresos por la venta de madera se transforman casi completamente en beneficios, ya que la inversión en su plantación es mínima (el precio de las yogurteras es bajísimo) y los gastos de mantenimiento nulos. Es más, tras la primera corta, rebrotan del pie ahorrando en lo sucesivo esos mínimos gastos de plantación.

Ahora, voy a plantear un ejemplo de uso alternativo de una finca. En vez de dedicarla al monocultivo de eucalipto, vamos a calcular los ingresos que podemos esperar si la dedicamos a fruticultura (como podría decir a huerta o a pastizales, es sólo a título de ejemplo). Cuando estuve en Extremadura el año pasado, me satisfizo pasearme por el valle del Jerte y ver cómo están sacando adelante un proyecto centrado en el cultivo del cerezo que está devolviendo la vida a la zona. Una cosa que me llamaba poderosamente la atención en esos pueblos es que había… niños jugando en las calles, adolescentes emburriciados con el móvil, chavalería en suma. Para los que conocéis el ambiente de las aldeas en el Noroeste peninsular, en las que el más joven es un solterón que pasa de la cincuentena, era sin duda un cambio notorio y esperanzador.

Así que, para mi ejemplo, tomo una buena variedad de cereza, con una producción media de 25 t/ha. La Sunburst es una cereza de calibre enorme (hasta 30mm) y excelente sabor, muy valorada en el mercado. Ya sabemos cómo están los precios al productor, pero podemos estimar un precio de venta mayorista de 2 €/kg, para alcanzar los 5€ al llegar al consumidor. Es decir, estaríamos hablando de ingresos por hectárea sobre los 50.000€ al año. Compárese con los 600€ del eucalipto.

Creo que ahora comprendéis el concepto de coste de oportunidad de plantar eucalipto.

Con estos rendimientos económicos por hectárea tan altos, podemos llegar a un acuerdo con la Naturaleza: nos quedamos con la mitad de las tierras, con la ventaja de poder escoger las más productivas, las más aptas para la agricultura, liberando la otra mitad para que se recuperen (previa eliminación de especies alóctonas que impiden su regeneración) los ecosistemas propios de cada zona. Hacemos un aprovechamiento económico inteligente y eficaz de la mitad, para permitirnos el lujo de no esperar rendimientos de la otra mitad, reservándola para disfrute y solaz de contar con ecosistemas íntegros. Esta sí que es una estrategia ganadora.

Pero aún hay que hacer más comentarios. Como decía, podríamos esperar ingresos de 50.000 €/ha en un cultivo frutícola, pero esto no son beneficios. De esta cifra hay que detraer innumerables gastos que no son los menores los gastos de plantación, los tratamientos de plaguicidas y fertilizantes, y sobre todo, la mano de obra de las labores de poda y recogida. Al final, el beneficio para el productor es una cifra mucho menor de esos 50.000 €/ha, pero es muy importante darse cuenta que esos gastos en los que incurre el propietario, son ingresos de otras personas (el del almacén de productos agrícolas, el mecánico que arregla el tractor o el enorme volumen de mano de obra necesario en la cosecha). Todo ello se traduce en una creación de puestos de trabajo y mayor actividad económica en la zona, que contrasta fuertemente con la pobreza que deja la economía del eucalipto, que sólo necesita de una cuadrilla que llega cada 15 años para talar y cargar los árboles.

Hemos cogido el ejemplo de las cerezas, como podríamos hablar de manzanos (40 t/ha), perales (30 t/ha), melocotoneros (25 t/ha), albaricoqueros (20 t/ha), ciruelos (lo mismo). O frutos secos como castaños, nogales, almendros o avellanos. O plantación de olivos (como por ejemplo en A Estrada)o de arandanos (como por ejemplo en el Cabado (Cotobad)).

Como resumen de todo lo anterior, es importante fijar la idea que una tierra dedicada a su aprovechamiento agrícola genera riqueza en dos órdenes de magnitud superior a la que genera el cultivo del eucalipto. Riqueza que ciertamente no revierte toda en el propietario, sino que se distribuye entre varios agentes económicos de la zona, incrementando el nivel económico general de la comarca. Riqueza que permitiría liberar terreno para la regeneración ecológica, hoy dedicado casi en su totalidad al aprovechamiento económico más destructivo (el valor ecológico de un eucaliptal es nulo).

¿Cuál es entonces, la razón por la que el eucalipto colonice cada vez mayores extensiones de la Iberia atlántica, en vez de dedicar las tierras a la mucho más rentable (personal y socialmente) agricultura? En resumidas cuentas, por dos pecados extendidos en esta tierra: la ignorancia y la holgazanería. Llevar una explotación agrícola moderna implica dedicarle mucho tiempo y esfuerzo, aprender mucho y ser avispado para aplicar lo aprendido al caso concretísimo de tu explotación. La agricultura profesional exige una persona capaz de estudiar, trabajar, invertir y luchar por su futuro, desde luego no el modelo de parásito embrutecido y analfabeto que encontramos en nuestros pueblos.

Por el contrario, el cultivo del eucalipto no precisa tener ningún conocimiento especial, basta hacer un hoyito e ir plantando el contenido de las yogurteras, y desentenderte hasta 15 años después, que levantas el teléfono y ya te viene a buscar la madera. De hecho, buena parte de los malnacidos que hacen unos euritos con el expolio de su tierra ni siquiera viven en donde tienen los árboles, sino que hacen su vida en la ciudad mientras siembran la destrucción en las tierras que un día trabajaron sus abuelos. La venta de los árboles les supone un feliz complemento a la renta familiar cada cierto tiempo.

Con este panorama, a uno sólo le queda fantasear cuántos puestos de trabajo se podrían crear si sustituyésemos los monocultivos forestales, modelo económico que nos reservó la dictadura, por cultivos hortícolas o frutícolas, liberando tierra para que la Naturaleza pudiera reconquistar sus dominios. Cuántos jóvenes no tendrían que emigrar, por poder encontrar trabajo en sus comarcas, frenando la despoblación y la caída de la natalidad. Un país más rico, con menos desempleo y unos ecosistemas de los cuales poder sentirse orgulloso. En pocas palabras, otro modelo para el rural alternativo a la producción de madera barata para la producción de pasta de celulosa (ENCE) o tableros de aglomerado (FINSA).

Dedicando a mejor fin la proverbial feracidad de nuestra tierra, podríamos estar dando de comer a media Europa.

Como siempre, cada pueblo tiene lo que se merece.

 

Tienes más datos (con todas las estadisticas por provincias) en el informe de Greenpeace: “La conflictividad de las plantaciones de eucalipto en España (y Portugal)” También te recomiendo este vídeo de Greenpeace tan demoledor como descorazonador.

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